Fuente: ABC
En la charca de ranas de este fin de régimen, el errabundo Puigdemont es el único sapo que actúa con gallardía.
El doctor Sánchez conoce bien los estragos que la demogresca instaurada por el Régimen del 78 ha introducido en el pueblo español, convertido en masa cretinizada adscrita fanáticamente a los negociados ideológicos en liza y dispuesta a transigir con todo, con tal de que ‘los suyos’ salgan vencedores. Y a las masas adscritas al partido de Estado, con tal de que sigan gobernando los suyos, les importa un comino que el pacto fiscal suscrito con los polaquitos de Esquerra se funde en soluciones negadas hasta la saciedad por el propio partido de Estado, jamás incluidas en su programa electoral y contrarias a los principios de igualdad, solidaridad, justicia social y reparto equitativo de los bienes. Además, podría ocurrir incluso que el pacto fiscal se demuestre a la postre una tramoya para que los polaquitos de Esquerra puedan justificar su indecoroso apoyo a la investidura de Illa que, después, se podría quedar en agua de borrajas, si no se reforman en las Cortes las leyes, para lo que se necesitan mayorías que el doctor Sánchez no puede garantizar.
El doctor Sánchez sabe que la demogresca instaurada por el Régimen del 78 le permite todos estos atropellos y añagazas; y sabe también que los polaquitos de Esquerra han aceptado su juego cínico y desaprensivo, con la esperanza de sacar tajada. Pero el doctor Sánchez tiene una némesis dispuesta a desbaratar sus planes, el errabundo Puigdemont, que acaba de anunciarnos su regreso, tildando de judas y cipayos a los polaquitos de Esquerra, que se disponen a investir a «un españolista partidario de un 155 permanente»; y reprochando al partido de Estado que haga más «aspavientos» porque un juez llame a declarar a Begoñísima que ante el «incumplimiento de la ley» de amnistía que, a su juicio, el Tribunal Supremo está perpetrando. Pero lo que Puigdemont llama «incumplimiento»> no es más que astucia jurídica para aprovechar las lagunas e inconsecuencia de una ley apresurada y chapucera que deja muchos flecos sueltos.
Puigdemont ha decidido volver para que su detención -de la que responsabiliza a los polaquitos de Esquerra- coincida con la investidura de Illa, que así quedará deslegitimada a los ojos de los indepes y abocada al naufragio. Y, por supuesto, las marrullerías y faroles del farsante doctor Sánchez, dispuesto siempre a cualquier indignidad con tal de retener la poltrona, se toparán en la Carrera de San Jerónimo con el muro insalvable de su nemesis, que nunca ha engañado a nadie. Nos hallamos, indudablemente, ante los sordidos estertores del Régimen del 78, más repelentes y abyectos que los del Bajo Imperio Romano; pero hay que reconocer que en medio de la pútrida charca de ranas de este fin de régimen, el errabundo Puigdemont es el único sapo que actúa con gallardía. Un sapo que el doctor Sánchez, acostumbrado a devorar ranas y renacuajos, tendrá que tragarse, con peligro de muerte por in- digestión. Sería el desenlace que la justicia poética reclama.