¿MIEDO AL AÑO NUEVO?
Tengo en mi oficina una foto aérea del cabildo del millón. Hace poco un extranjero que vio la foto, que aparentemente no sabe nada de nuestra historia inmediata, me preguntó por qué tenía una foto de la última insurrección de El Cairo. «Esta foto fue tomada hace pocos años en esta ciudad», le dije. Le expliqué de qué se trataba y también que conservo la foto como un recordatorio de que hemos perdido batallas, pero no la guerra, y que esos miles de hombres y mujeres que estábamos alrededor del Cristo gritábamos: «¡ No tenemos miedo!»
Al cabo de los años y de batallas perdidas, me niego a pensar que el grito «no tenemos miedo» era algo hormonal y circunstancial y que se quedó en eso, en un simple grito para recordar con nostalgia. ¿Es acaso que sí tenemos miedo? Escarbando en mis archivos recordé algo que me ha dado luz sobre este asunto. En la novela «Moby Dick», de Melville, el segundo de a bordo, un hombre tremendamente rudo llamado Starbuck, dice: «Jamás embarcaría en mi lancha a un arponero que no tuviera miedo ante los peligros de una ballena blanca. Los mejores son los que sienten miedo. No hay nada más peligroso que un hombre que no siente miedo».
Después del largo feriado entré a mi oficina y vi, una vez más, la foto del cabildo del millón y no sé por qué vino a mi memoria el grito de guerra que coreábamos hasta quedar afónicos: «¡No tenemos miedo!» Tengo la plena certeza de que sí teníamos miedo, pero que asumíamos el no tenerlo porque nos sentíamos ciudadanos que queríamos vivir en libertad; ciudadanos que estábamos construyendo nuestro propio futuro. Éramos parte de un gran proyecto del que nos sentíamos protagonistas y en aras de ese ideal vencíamos el miedo. En definitiva, gritábamos no tener miedo porque somos bolivianos porque nos da la gana y nadie nos va a hacer «gata parida» en nuestra tierra.
Estamos estrenando un nuevo año. Todavía nos estamos abrazando y con la mejor de nuestras sonrisas nos deseamos un feliz y próspero año nuevo. Cuando era pelau y uno de los compañeros llegaba a clases estrenando zapatos, era costumbre que todos tratáramos de pisarle los zapatos, para hacerle «estrenito». Pues, bien, yo no quiero que me hagan «estrenito» al nuevo año que estoy empezando.
Así, pues, cuando estamos estrenando un año nuevo me gusta la idea de sentirme parte de la tripulación al mando de Starbuck, con muchos hombres y mujeres que tienen miedo a la ballena blanca y todo lo que ésta trae consigo, pero dispuesto a afrontar y superar ese sentimiento tan humano que es el miedo. El grito «¡No tenemos miedo!» nos va a servir para no escudarnos en el «nomeimportismo» en el que hemos caído con el argumento (bueno, pero superable) de que nuestros líderes nos han fallado. Nos va a servir para seguir llamando al pan pan y al vino vino, sin paños tibios. Nos va a servir para poder enarbolar nuevamente las banderas de la cruceñidad, sin complejos ni falsa humildad. Nos va a servir para convencernos de que si no ponemos en práctica aquello de que primero es Santa Cruz, estamos tirando por la borda la herencia de lucha cruceñista que se ha ido formando desde 1904.
El año 2012 no será un crucero de placer (aunque algunos lo quieran ver así porque hay mucha plata fácil por doquier); al contrario, las aguas se van a poner turbulentas, pero sobre todo los cantos de sirena nos pueden llevar a aceptar gato por liebre. El año 2012 será nuestro en la medida que no permitamos que nos hagan «estrenito» y que no perdamos de vista que primero es Santa Cruz. ¡No tenemos miedo!