El relato cívico cruceño
Ante todo, no he sido ni soy ‘logiera’. Sin embargo, el relato sobre el Comité Cívico Pro Santa Cruz, merece algo más que las opiniones escuchadas tras la elección del pasado 2 de febrero, pues nada difieren de las de hace 30 años. ¡Qué poco se ha avanzado, como si la historia, la política, la economía y la cultura no fueran algo dinámico, cambiante, contradictorio!
Como todos los relatospolíticos –construcciones parciales de la realidad, donde se estimula más la narración, el mensaje, la emoción, la pasión superficial, antes que el pensamiento y el análisis total de un proyecto- el relato cívico es más complejo que achacarle a las logias la culpa de todo lo malo ocurrido en Santa Cruz. Además de simplista, ha sido y sigue siendo un mecanismo que reduce hechos de alta complejidad sociopolítica, a una simple lucha entre el mal y el bien: las logias frente a todos los buenos cruceños/as.
Ese relato, a falta de razones, es manipulador y parcial, y ha estado abonado desde el centro del poder político nacional. Se sustenta en la narración retórica, reiterada de prejuicios e ideas preconcebidas, aparentemente nobles y moralizantes, sin ir al fondo del hecho político y socioeconómico. El profesor español José Vidal-Beneyto afirma que “la práctica de contar historias es una nueva modalidad de comunicación que actualiza las estrategias de persuasión y desarrolla y profundiza las técnicas de la propaganda, utilizando los recursos del universo narrativo para crear una estructura receptiva y un clima emocional favorables al logro de los objetivos de quien los utiliza.”
En el caso del Comité y la logias, no se desentraña la naturaleza de la lucha por el poder en la instancia cívica, que no por cívica deja de ser eminentemente política. Y siendo una lucha de poder, implica intereses de clases sociales económicamente dominantes -burguesía- y elites con sus respectivas ideologías, frente a un adversario que fue siempre el gobierno central-centralista con su respectiva carga ideológica. Tampoco se habla de las luchas de poder entre fracciones de clase y elites locales, sin importar los nombres que se hayan dado, ni del fracaso de tantos intentos de contrapoder desde otros sectores sociopolíticos, que representa grupos de poder como los otros.
Si las logias manejaron el Comité Pro Santa Cruz durante los últimos 50 años, desconocer que desde ahí obtuvieron regalías, elección democrática de alcaldes y prefectos, hoy gobernadores, y además autonomías, aunque estén secuestradas, es mezquino. ¿Excluyentes, sectarias, racistas y conservadoras las logias? Vaya, que descubrimiento, cómo si no lo hubieran sido todas y cada una de las opciones políticas, cívicas, sociales y sindicales cruceñas y bolivianas. Con un agravante: todas adolecen de misoginia, es decir, el rechazo a las mujeres, como quedó comprobada en la no elección de Justa Cabrera, mujer e indígena, cuya presencia podría haber roto el maleficio de la exclusión de género y étnica. Pero no pertenecía a ningún grupo de poder ni de elites.
Oportunidad perdida que puede y debe ser subsanada, para darle al relato cívico una dimensión más democrática y progresista que rescate virtudes, compromisos, éticas, épicas y estéticas de la cultura cruceña, más allá de cualquier cruceñismo parcial. Se necesita una visión integral, holística de un proyecto cruceño, hoy, como lo tuvimos antes, para enfrentar los nuevos desafíos, cada vez mayores. Y si se va a pelear más escaños al centralismo, también peleemos entre nosotros más calidad que cantidad.
Les corresponde a las nuevas autoridades, a quienes felicito, construir un relato cívico-político abierto e integral de cara a una realidad mucho más compleja que antes, frente a los duros embates antidemocráticos y sus signos totalitarios del centralismo, amén de los locales.