El otro canal seco sudamericano
Sostengo que una de las deficiencias educativas de Bolivia es la enseñanza de geografía.
La del país, ignorancia que ha exacerbado el mote de exótico pueblo altiplánico encerrado en las cimas andinas, ¿acaso no han tipificado a nuestro país como el Afganistán de América del Sur? Los mandones bolivianos han olvidado por décadas los dos tercios de territorio platense y amazónico que nos quedan, luego de zarpazos de los países vecinos. Ahora estamos en la fase de que los aymara conquisten el vacío oriente patrio, como los cruceños salpicaron el nordeste al influjo del caucho. Ignoran lo mentiroso del “primus inter pares” étnico del Estado Plurinacional, en un territorio que en Colombia alberga más de 40 millones de gentes, a pesar de su propia versión de diáspora poblacional que hizo emigrar a tantos.
La de Sudamérica, donde de inicio se dio la espalda al subcontinente en el contexto planetario. En el siglo 18, para trazar vías marítimas que unían puertos a Europa imperial, origen de países que ‘miraban’ a España, Portugal y a la reina de mares, piratas y empresarios: Inglaterra. El siglo 19, era del colonialismo racista, se hizo caso omiso del “go west, young man”, frase que viabilizó el desparrame de Estados Unidos allende los Apalaches, hasta llegar a las costas del Océano Pacífico a expensas de los pieles rojas, y de México. Sin embargo, Brasil amplió sus fronteras merced al “uti possidetis de facto”, Argentina libró su guerra pampeana a los indios, Chile creció al norte agrediendo a Bolivia y Perú. Este último no discute al agresor de 1879 que la victoria no da derechos, quizá porque creció también al norte, a costa de Ecuador.
Con ese trasfondo, en el nuevo milenio las cosas han cambiado. A la “pax americana” –que debería circunscribirse solo a EE.UU, porque americanos somos todos en el hemisferio– se le pone al frente China, que flexiona su poder económico en el Nuevo Mundo. ¿Cómo lo hace? Atizando ideas de comunicación entre los océanos Atlántico y Pacífico. Minan la base de la Doctrina Monroe –América para los EE.UU– que urdió la separación de Panamá de Colombia y construyó el canal que pusiera límite sur a su hegemonía en México y Centroamérica: su ‘patio trasero’.
Ningún cuento chino, me late que geopolíticos pekineses, –o “beijineses”, para no confundirlos con canes pequeños siendo mastines grandes– están detrás de opciones redivivas de alternativas al Canal de Panamá en Centroamérica o Sudamérica. Tal colegí de leer el artículo de Rogelio Núñez en Infolatam, “América Latina: El canal seco, ¿un sueño o un cuento chino?” Las alternativas de puertos secos o mixtos al atosigado Canal de Panamá, en orden de viabilidad, son Nicaragua, Costa Rica, Guatemala y Colombia.
Mala espina fue tal vez para los chinos, que los dos primeros y minúsculos países no acordaran un proyecto binacional por el fronterizo río San Juan y el lago Nicaragua: los ticos no pueden sentir a los nicas, y viceversa; ahora ambos tienen proyectos, en vez de uno cuya magnitud de 35 a 45 mil millones pudiera ser clave de bóveda en una Centroamérica unida; China quizá prefiere a Costa Rica, país ordenado, letrado y sin milicos, cual sugieren los recientes acuerdos multimillonarios entre ellos. El analista considera que la opción guatemalteca de canal seco es ilusoria. Los gringos llorarán del muñón de istmo interoceánico que dejaron a Colombia después de escamotear Panamá, pero la opción de canal seco entre Urabá y Cupica es real, pero que será atosigada por el comercio sino-colombiano. Los expertos consideran que “es el más barato y con costes más bajos debido a que no es un canal sino una red de carreteras y ferrocarriles para unir ambos mares”.
Afiebrado debe ser mi cacumen. A pesar de la extraña opinión de Rogelio Núñez, que considera una “ocurrencia que parece sacada de una mente delirante” que Bolivia sea lugar de paso sudamericano de oriente a occidente, insisto que por nuestro país pasará uno –si no el más importante– de los canales secos que vinculará a Brasil con los puertos del Pacífico y los mercados asiáticos. Y es que ésa es la diferencia: se trata del gigante sudamericano llegando al Asia.
Los obstáculos nacionales empiezan por la estrechez de miras de un pueblo provinciano que tiene reflejo de su ignorancia en el actual gobernante, a pesar de su veintena de doctorados “honoris causa”. No existe una política exterior que parta del conocimiento geográfico e histórico del país y su vecindad. Bolivia es un actor pasivo, de segunda, aún con la ventaja geográfica de que, aparte de biodiversidad y recursos naturales, es privilegiada de ser la cintura de Sudamérica. Brasil, camino a ser potencia mundial, necesita llegar a puertos del Pacífico y a los mercados asiáticos. Nuestro país es la opción más corta y más barata.
Es cierto que los países vecinos conciben modos de circunvenir nuestro territorio, para evitar el cáncer de la republiqueta cocalera del Chapare, que construirá la carretera asesina del Tipnis cueste lo que cueste; que tendrá Facultad universitaria en Ivirgarzama, con menciones quizá en latrocinio de inversiones lecheras, matuteo de carros y muerte por enterramiento vivo. Para qué especular si hubo contubernio en la vía interoceánica del sur brasileño por el norte argentino, hasta el megapuerto chileno de Mejillones: es una realidad. ¿Se le ha ocurrido a un cerebrito pachamamista de la Cancillería, un estudio de costos adicionales del comercio brasileño por Rondonia y Acre, para llegar al Pacífico por Perú?
(20130613)