SONRISAS Y AMOR
Prefiero reírme ante lo que se viene el 12 de octubre. Ya me he lamentado demasiado por errores y traiciones y no vale la pena martirizarse más. Finalmente tampoco se trata de que se imponga en el país el califato del Estado Islámico y los fundamentalistas vayan a decapitar a los cristianos. Se va a imponer el incanato del Estado Pachamámico, que ya tiene una vigencia de nueve años y que gobernará durante cinco más. Eso para los jóvenes no es nada. Para algunos otros – los de mi generación – tal vez sea la última elección que presenciemos. Pero no es como para echarse a llorar. Si ya hemos ganado varias veces.
Justamente por eso es que debemos reír. Precisamente para no darles gusto a los del incanato, de vernos lagrimosos. Dicen que la risa da salud y que se recomienda reír por lo menos diez minutos al día. Entonces riamos. Afirman que el sexo, siquiera una vez a la semana en los viejos – aunque sea una al mes – los inmuniza contra todo. Entonces hagámoslo el mismo 12 de octubre. Cuando se viene alguna catástrofe bíblica, el hombre y la mujer son proclives al sexo, el alcohol, el baile y la risa. Hasta dentro del bunker de Hitler, cuando los rusos estaban a pocos metros de tomarlo, la fornicación y el bailoteo entre generales, soldados y secretarias, era total.
Ahora que no hay esperanzas de vencer riamos y copulemos sin detenernos. ¿Qué sucedería si todavía Pericote y Periquín se unieran contra Pericón? Muy poca cosa, aunque tendría por lo menos un efecto sublime. Sería como si una madre abrazada de su bebé se enfrentara con el padre cholero y pegador. ¿No llamaría a la solidaridad? Pero si Periquín le muerde una teta a su madre y éste recibe un cocacho como respuesta, y ambos con su griterío despiertan de su siesta al malhumorado Pericón, la paliza que reciban se verá como justa. Y como Periquín le ha mordido un pezón a Pericote ahora no habrá piedad. La gente no mostrará lástima y los chicotazos del insaciable Pericón serán dolorosos. Ni una heroica patada en los testículos de Pericón podrá lanzar Pericote por el sufrimiento que le causará la mordida de Periquín. Pericote, debilitado por la sangre perdida por el mordisco artero, deseará ahogar entre sus manos al nene. Pero su amor maternal, su índole de bien, será más grande y lo impedirá.
Ante un drama de esta naturaleza, cuando cunde el miedo y el transfugio desvergonzado, la risa y el sexo sería lo que nos recomendarían las personas sabias.