Abecedario de suicidios y tramoyas
No hace falta ser Agatha Christie para apuntar al mayordomo en el embrollo del aparente suicidio del fiscal N. Un hecho conocido, curiosamente, el mismo día en que él debía comparecer para abundar en denuncias que hiciera contra la Presidenta F, el Canciller T, el diputado oficialista L, el politiquero E y el piquetero D (piqueteros, ¿serán equivalentes a los ‘movimientos sociales’ bolivianos?).
La prueba del guantelete dio negativo, aunque un segundo análisis le encuentre hasta restos de explosivos plásticos, amén de pólvora de revólver calibre 38 y de calibre 22 (tenía permiso para ambos) en la mano suicida. Hombre tan ordenado el fiscal N, que hasta escribió una lista de compras que haría su doméstica el mismo día en que fue hallado muerto: en este caso, el orden de los factores sí alteraba el producto, y para qué compraría papel higiénico si iba a cerrar el poto.
En tal tragicomedia hay odio y encubrimiento. El uno lo puso la mano de Hezbolá con cabeza iraní, tal cual evidenciaban investigaciones del Fiscal N de un atentado con coche bomba a la Asociación Israelita Argentina (AMIA) en 1994, en el que murieron 86 seres humanos y fueron heridos más de 300. El otro, no se sabe. El día del ‘suicidio’, el fiscal N debía apersonarse para “denunciar la existencia de un plan delictivo destinado a dotar de impunidad a los imputados de nacionalidad iraní acusados en dicha causa…” Tramoya –N la llamó ‘confabulación’- “orquestada y puesta en funcionamiento por altas autoridades del gobierno argentino, con la colaboración de terceros, en lo que constituye un accionar configurativo, a priori, de los delitos de encubrimiento por favorecimiento personal agravado, impedimento o estorbo del acto funcional e incumplimiento de los deberes de funcionario público”.
Sería prematuro y atrevido de mi parte, adelantar criterios sobre algo que caerá por su propio peso, como fruta madura. Queda por ver si la justicia, o la Presidenta F, salen triunfantes en la futura pulseta. Pero si de tramoyas que caerán por maduras se trata, quizá el abecedario argentino tiene versión boliviana. En efecto, alguno se indigestó con el ‘ajtapi’ de rigor, en reciente evento de falso ceremonial ancestral que representa a una minoría aymara en un país multiétnico, donde fue entronado uno cuyo folclórico atuendo asemeja las curiosas vestimentas de Gaddafi, el finado dictador de Libia.
Y es que el Parlamento Europeo reunido en Estrasburgo, en su 11° Sesión aprobó una Resolución Especial por abrumadora mayoría (54 votos contra 7). Exige a Bolivia la liberación inmediata de un T húngaro y un T croata, y se abra ya nomás una investigación internacional sobre la muerte de otros tres ciudadanos europeos, “ejecutados a sangre fría en el Hotel Las Américas de Santa Cruz de la Sierra”, “por instrucciones superiores”, dice la nota. Se trata de R (boliviano, de padre húngaro de ancestro judío y madre cruceña de ancestro catalán, dizque), M (húngaro-rumano) y D (irlandés) según Wikipedia.
No me consta la persistencia de húngaros, judíos, rumanos, croatas, cruceños y catalanes, pero ¡pucha que los irlandeses progenitores de D habían sido tenaces como perdigueros ‘Irish Setter’! Desde su luctuoso deceso – ¿murió en el hotel o en el aeropuerto?- han revuelto cielo y tierra clamando por el hijo muerto en la remota Bolivia, acusado de terrorista, magnicida, alzamiento armado, separatismo y todo lo que el régimen pudo endilgarles a él y a otros dos baleados, y a dos sobrevivientes.
Recuerdo que en el periodo siguiente al trágico 16 de abril de 2009 en que fueron abatidos los durmientes ‘rambos’ promotores de la división del país, analistas sugirieron una investigación internacional para dilucidar claroscuros del hecho. El Gobierno dijo no, no, no, como resistía una “rehab” la diva Amy Winehouse que después periclitaría de sobredosis. Ahora, ni modo. Nada menos que en víspera de una elección ‘subnacional’, en que el oficialismo pone zancadillas a candidatos opositores quizá ganadores, en los sucesos del supuesto separatismo está el dilema de investigación o aislamiento internacionales, o por lo menos de los países europeos.
Me dirán por qué hablo solo del supuesto separatismo cruceño como causal de los crímenes del Hotel Las Américas. En mi opinión, el ‘cuco’ de la división patria por los odiados cambas, fue la más astuta e insidiosa forma de agrupar alrededor de retrógrados aymara a muchos compatriotas progresistas de Tarija, Chuquisaca y Cochabamba, alineados hasta entonces con Pando, Beni y Santa Cruz. Una media luna de dos tercios de Bolivia que miraban hacia adelante, y no hacia un idealizado pasado de cacicazgos aymara que ni siquiera alcanzaron la expansión y organización del Imperio Inca. Porque si de lealtad a la República de Bolívar se tratara, ¿no fueron los dos delegados paceños los que votaron por la anexión al Perú en la Asamblea Constituyente de 1825? ¿Acaso los cruceños no habían correteado a ‘bandeirantes’ esclavistas, quizá asustando a Brasil con la estampita heroica del Mariscal Sucre?
La verdadera disyuntiva está en seguir el rumbo de una centralista y hoy aymara-céntrica sede de gobierno, u optar por una mayor autonomía de las regiones del país; la mayoría de las cuales, dicho sea de paso, no son ni quieren ser aymara. Centralismo etnocentrista versus autonomía regional.
Tal vez el arrogante y extorsionador Fiscal S fugado a Brasil, sospechó que lo iban a ‘suicidar’, como parece que hicieron con el.