¿Cuándo dirán los científicos del clima que se equivocaron?
Por Patrick J. Michaels
Este artículo salió en Townhall.com el 29 de mayo de 2015
Día tras día, año tras año, el pozo en el que se han enterrado los científicos del clima se está volviendo más y más profundo. Cuánto más tarden en admitir que sus sobrecalentadas predicciones estaban equivocadas, mayor será el daño que le provocarán a la ciencia.
La historia se cuenta con un solo gráfico, el mismo que presentó John Christy, de la Universidad de Alabama, al House Committee on Natural Resources (Comité de la Cámara sobre Recursos Naturales) el 15 de mayo.
La figura muestra la notable discrepancia entre el calentamiento global pronosticado y el del mundo real.
La línea roja muestra el pronóstico previsto como promedio de cinco años en los cambios de temperatura, comenzando en 1979, predicción efectuada con la última generación de modelos climáticos computarizados de la ONU, muchos de los cuales son obra de nuestro propio establishment federal de ciencia. Los pronósticos son para el cambio en el promedio de la temperatura en la atmósfera inferior, lejos de los confusos efectos que producen las ciudades, los bosques, y la agricultura.
Los círculos azules muestran los promedios de los cambios de temperatura en la atmósfera inferior de cuatro análisis diferentes de datos globales obtenidos de globos meteorológicos, y los cuadrados verdes son el promedio de dos análisis, ampliamente aceptados, de datos obtenidos por satélites. Se considera que ambos son bastante fidedignos ya que proceden de instrumentos calibrados.
Si se observan los datos hasta 1995 la predicción parecería estar acertada. Esto se debe a que los modelos computarizados parecen haber, por lo menos en esencia, captado dos períodos de ligero enfriamiento.
Aquí la palabra clave es “parecen”. Los modelos computarizados se ajustan para que tomen en cuenta las erupciones de los grandes volcanes que se sabe que inducen un enfriamiento temporal en la atmósfera inferior. Estos serían la erupción de El Chichón en México en1982 y la espectacular del Monte Pinatubo en 1992, la mayor explosión natural en la tierra desde la de Katmai en Alaska en 1912.
Desde Pinatubo la tierra ha estado bastante inactiva por lo que el calentamiento producido por el dióxido de carbono debería haber continuado sin impedimentos. Obviamente, la diferencia entre las temperaturas pronosticadas y las observadas aumenta bastante cada año y, actualmente, es un abismo enorme.
Es imposible, como científico, observar este gráfico y no enfurecerse ante la destrucción de la ciencia que se está infligiendo por la incapacidad de los climatólogos de mirarnos a los ojos y decir las tres palabras quizás más importantes en la vida: nos hemos equivocado.
Patrick J. Michaels, Director del Center for the Study of Sciences en el Cato Institute.
Artículo original en inglés traducido por Dra. Sylvia Chafuen, de ICEES: