El mar soberano es cuestión tripartita
No le dieron bola en los medios, pero el Perú ya puso el pie en la puerta. Interpuso su veto en cualquier decisión que afectase sus derechos sobre Arica. Fue a propósito del fallo de la Corte Internacional de Justicia de La Haya, que pudiera favorecer a Bolivia, de acceder Chile a sentarse en negociaciones de buena fe con nuestro país, hasta llegar a un acuerdo sobre el tema medular: una salida soberana al mar.
La conquista chilena del Litoral boliviano empezó a fines de la década de 1860. Melgarejo cedió un grado geográfico de costa nacional y, peor aún, accedió a la medianería de otro, donde laboriosos rotos explotaban la plata de Caracoles y el salitre del desierto con el capital de la pérfida Albión, entonces la potencia dominante del mundo. Quedaba la bahía de Mejillones y el puerto La Mar en Cobija, que fue poco más que papeles. Fue lo enajenado después de la ocupación de Antofagasta que iniciara la Guerra del Pacífico en 1879. Perú fue el gran dañado: además de una Lima ocupada, perdió Tarapacá, Arica y Tacna.
Para Bolivia, la Guerra del Pacífico no terminó en 1904 sino en 1929, cuando Chile devolvió Tacna y Perú conservó propiedad de algunos patrimonios en Arica: un espigón portuario, almacenes y el ferrocarril Arica-Tacna. Peor todavía, los dos países acordaron que ningún territorio que fuera antes peruano pudiese ser cedido a una tercera potencia, léase Bolivia. O sea, Chile puso el candado y Perú guarda la llave.
¿Dónde estaba nuestra diplomacia? Quizá en centelleos de Vanguardia en 1928, cuando Paraguay ocupó el fortín boliviano, campanazo de una guerra 4 años más tarde. Además de perderla, ni se hizo chis en mesa por las alturas de Zamucos, donde un cruceño fundó Puerto Pacheco, por el sucrense que perdió la guerra civil a los paceños. Ah, pero tenemos la Punta Man Césped donde está Puerto Busch, dirá algún naval. Por ser anegadizo, primero rellénenlo con hierro del Mutún o pedregones andinos, digo yo.
Es pedir peras al olmo que Chile divida su territorio y devuelva, digamos, acceso a la costa del Pacífico por territorio que fuera antes indiscutiblemente boliviano. O sea, desde 1929 se inició la penosa situación del macilento jumento boliviano movido por la manzana chilena de una salida soberana al mar.
Cualquiera que fuese el fallo de La Haya, no se espere que “haiga”, Paulovich dixit, ninguna esperanza para Bolivia. Ilo es otra quimera lejana, como lo es un puerto soberano al norte de Arica. No tenemos plata, salvo para obras megalómanas de uno que además es aimara-céntrico y La Paz-centralista. Ni Chile ni Perú van a soltar el hueso que tiene a Bolivia encerrada y dependiente.
Una salida al mar alternativa sería por el río Madera al Amazonas al norte. Implica cambiar una ridícula postura pachamamista, conservacionista si le conviene al Gobierno, sobre las hidroeléctricas. ¿Acaso el medio ambiente les preocupa en la carretera asesina del Tipnis? Si leen con atención el tratado de 1867 con Brasil, lo único rescatable del ‘dúo dinámico’ Melgarejo-Muñoz es la libre navegación por el río Amazonas y un puerto libre, sino exclusivamente boliviano, en Porto Velho, allende las cachuelas.
Otra salida al mar alternativa es la hidrovía Paraguay-Paraná. Aparte de Puerto Aguirre está Puerto Suárez y Puerto Busch. Negociar con Brasil obras que den a Puerto Suárez acceso a la hidrovía Paraguay-Paraná por el canal Tamengo. Negociar un puerto con Paraguay en las alturas de Zamucos. ¿No existen ofertas paraguayas para almacenaje boliviano en Concepción? Consolidar los ofrecimientos uruguayos de un gran puerto boliviano en mar abierto sobre la desembocadura del Paraná.
Bolivia nació con tres accesos al mar: por 400 km de costa en el Océano Pacífico, perdidos y en un callejón sin salida; por el río-mar, el gran Amazonas, del cual queda la opción de hidroeléctricas sobre el río Madera y esclusas que remonten las cachuelas; los accesos a la hidrovía Paraguay-Paraná, del cual Puerto Aguirre, iniciativa privada, es un ejemplo de que queriendo se puede.
Hoy quiebra la cola del pachamamismo de oponerse a las hidroeléctricas sobre el río Madeira, que Brasil construye de todas maneras. Con esclusas serían posible dos grandes puertos interiores: en Puerto Villarroel y Guayaramerín, los cuales saldrían al Atlántico por el río-mar. Hablan de hidroeléctrica binacional sobre el magro tramo del río Madera de Guayaramerín a Manoa; de hidroeléctrica en Cachuela Esperanza. Inclusive, hay atisbos de proyecto en el Angosto del Bala, que ojala tocaran implicaciones ventajosas para el país en cuatro aspectos: energía eléctrica exportable a Brasil; control del agua que algún día acarreará guerras para conservar semejante acervo; el turismo en un gran espejo de agua adyacente a reservas naturales de gran diversidad; y acceso al transporte que haría navegable el río Beni de Puerto Linares a Riberalta, a Puerto Maldonado en el Perú.
Tal vez la única solución es dar un giro de noventa grados a la diplomacia boliviana. De otra suerte, tendremos otra Meca de contrabando, narcotráfico y extremismo islamista como es Ciudad del Este en la frontera Paraguay-Argentina-Brasil, ahora que diseñan un trazo a la ferrovía bioceánica haciendo un bypass a Bolivia. El único punto que tocaría el territorio patrio es el hito tripartito Bolpebra.