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Manipulaciones y engaños

La mediocridad, decía Albert Camus, “tiene derecho a ser ridícula, pero no a ser odiosa”. La cita le calza a los que se declaran marxistas, leninistas, socialistas, guevaristas, izquierdistas –no democráticos, desde luego-  y algún otro ‘ista’. Como ‘estalinista’, por ejemplo, que confunde marxismo con estalinismo, aunque sepan poco o nada de uno u otro, salvo la férrea práctica del centralismo totalitario aplicado en muchos de los países denominados ‘istas’.

Cuando en la  XVIII Feria  Internacional del Libro en Santa Cruz, en el espacio de la Vicepresidencia vi  tres enormes retratos de Marx, Lenin y el Ché, y los hitos que se conmemoran este 2017: 150 de El Capital; 100 de la Revolución de Octubre y 50 del asesinato del Ché, asumí la manipulación ideológica y política de tal despliegue mediático. Nada nuevo, por lo demás,  pues la sociedad boliviana la sufre con el instrumentalizado tema indígena-originario-campesino, con la consigna del Socialismo del siglo XXI, con el militarista e intolerante ‘Patria o Muerte’, con la populista elección de magistrados, con el Estado Plurinacional, parodia reducida a la nación aymara frente a las otras 36, con la nacionalización de YPFB, Ende y otras empresas hoy estatales, en la mira por corrupción e ineficiencia, común a todas las aventuras nacionalizadoras de todos los “istas” conocidos.

Esta instrumentalización plagada de engaños, confunde al presentar al marxismo igual que el leninismo, pues no toma en cuenta los contextos previos, durante y posteriores de la Revolución de octubre en 1917 en Rusia. Que esa gesta tuviera rasgos marxistas, como medio de occidentalización de un país atrasado, según estudiosos, no implica que todo marxista sea leninista. Se obvia lo real de aquel proceso: la clase obrera y los soviets fueron subsumidos por  las FF.AA y la burocracia, mientras la libertad y la igualdad quedaron en el limbo. Se acomodó la teoría a la práctica, simplificándola y llenándola de barnices. Al hacerlo, desfiguran la idea de que “la realidad es síntesis de múltiples determinaciones, unidad de lo diverso” como  escribió Carlos Marx en el “Método de la Economía Política”.

Utilizar las imágenes de Lenin y Marx, apunta a que el poder discursivo del régimen de Evo Morales empieza a echar mano de símbolos ideológicos ausentes hasta ahora. Así pretenden alejar a la sociedad de un análisis crítico de lo que sucede en el país. Es una manipulación ideológica y política, vía propaganda plagada de mentiras que buscan afianzar sus sectarios intereses con una avasalladora maquinaria propagandística. Engaños ajenos a la real utopía de un presente y un futuro mejores sin explotados: ni por capitales privados ni por estatales que por mecanismos varios, como guillotinas tributarias, se apoderan de los excedentes para engordar sus cuentas privadas, mediante corrupción rampante. El Fondo Indígena es un ejemplo que indigna, pero no el único.

¿Quién responde por los 890 millones de dólares de la planta de urea en el centro del país, sin gas, sin caminos ni vía férrea, lejos de fronteras de exportación y sin mercados asegurados? ¿O su mercado es el cercano corazón cocalero de la hoja ilegal, materia prima de la cocaína, para aumentar la productividad por hectárea de los  afines a Morales? ¿Y qué de los aeropuertos sin pasajeros ni aviones, de canchas de pasto sintético donde “solo juegan los ratones” según el propio Morales, del ingenio sin materia prima, y los gastos en cumbres, como la pasada “para  derribar muros”, mientras son cada vez son más altos los que construye el régimen, sordo a las voces de la sociedad política y de la sociedad civil? Son ejemplos de  despilfarros del pasado superciclo de precios de materias primas.

En otras palabras, una inversión pública improductiva que nunca buscó la diversificación económica para dejar de ser simples exportadores de materia prima sin valor agregado, ni creación de empleo productivo, ni vertebración caminera para la producción agrícola de pequeños y medianos productores, ni apuesta por recursos humanos, capital social, tecnología y competitividad sustentables.

Con instrumentalizaciones político-ideológicas, el régimen también pretende tapar los huecos que deja el inexistente debate del pensamiento político y económico en el Parlamento, hoy Asamblea ‘Pluri’ de una sola voz: la oficialista. Ahí desconoce las múltiples  determinaciones de la sociedad boliviana, es decir, a los representes de partidos políticos, pues con sus 2/3 imponen su mayoría totalitaria. Y deja fuera los debates, la confrontación de ideas, los  acuerdos y los pactos para una gobernabilidad inclusiva.

El régimen de Morales persigue sin tregua a dirigentes políticos que no le son afines, y manda a escribir artículos ya contra ellos,  ya contra ‘la democracia pactada’, que atribuyen a los neoliberales,  como si fuera un pecado. No les interesa saber que los pactos, los convenios, los acuerdos  entre diversos sectores forman un entramado social democrático, cuyo fin es escuchar a las múltiples voces de la ciudadanía, que en Bolivia no se circunscriben única y exclusivamente a los corporativos movimientos sociales  afines a su  partido.

En los sistemas totalitarios no existen pactos, ni convenios, ni acuerdos. Solo existen decretos y órdenes de estricto cumplimiento para  la  sociedad de a pie, salvo para los mediocres y odiosos adictos al poder.

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