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El mundo cambia

Marcelo Ostria Trigo

El mundo ha cambiado y sigue cambiando, y cada vez más aceleradamente. A fines del siglo pasado hubo uno muy importante: la disolución de la Unión Soviética que resultó en la declinación del comunismo en el mundo. Fue entonces que el extremismo de izquierda en América Latina se reagrupó, y en 1990 fue fundado el Foro de San Pablo con el auspicio del Partido de los Trabajadores de Brasil, liderado por Luiz “Lula” da Silva, e integrado por partidos latinoamericanos de izquierda radical. La participación del Partido Comunista de Cuba fue un claro indicador de la dirección que adoptarían los miembros del Foro:  capturar el poder por las urnas y, conformar gobiernos revolucionarios pretendiendo ser eternos.

Los partidos miembros del ahora declinante Foro que están en el gobierno de un país son: En Bolivia, el Movimiento al Socialismo (MAS), en Ecuador el Movimiento PAÍS de Rafael Correa; en Nicaragua el Frente Sandinista de Liberación Nacional; en El Salvador el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional; en Trinidad y Tobago, el Frente Amplio; en la República Dominicana el Partido de la Liberación Dominicana; el Frente Amplio de Uruguay y el Partido Socialista Unido de Venezuela. Recientemente ganó las elecciones mexicanas el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) afiliado al Foro, del actual presidente López Obrador.

Pero hubo más. Ciertos partidos en el gobierno, sin ser miembros del Foro, como el de los esposos Kirchner en Argentina y la coalición de Michelle Bachelet en Chile, muy pronto se mostraron afines al castro-chavismo. Estos, junto al PT de Lula da Silva, perdieron el gobierno, mientras el presidente de Ecuador, Lenín Moreno, se apartaba de Correa y de la corriente de izquierda radical.

Hoy hay una nueva tendencia en Latinoamérica, opuesta al populismo de izquierda radical que parece inatajable. Solo quedan en la región, además del gobierno de Cuba, tres socios del Foro: Venezuela que se debate en la peor crisis de su historia, de carácter social, económica, política y moral, con una tiranía cuestionada por la comunidad internacional, que se aferra al poder; Nicaragua con un autócrata empeñado en perdurar reprimiendo ferozmente a su pueblo y el Movimiento al Socialismo (MAS) en Bolivia que también pretende eternizarse en el gobierno.

Todo parece indicar que llegó la hora del cambio y, para conseguirlo, la lucha por la libertad ya ha empezado. Como la gran mayoría de los venezolanos y nicaragüenses, los ciudadanos en Bolivia rechazan la idea de los populistas de que “no llegaron al gobierno como inquilinos, sino para quedarse”; lo que es un afán inalcanzable e inmoral. Bolivia es eterna, los caudillos no; siempre cambian.

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