Hugo del Granado Cosío
Los mercados internacionales están sobreabastecidos de gas y como consecuencia existe una caída de sus precios. Esto se debe a que el gas natural es un subproducto de la producción de líquidos, como es el caso de los yacimientos de Texas, donde la producción sube vertiginosamente.
Si bien la causa más visible viene del incremento de la producción de LNG y de los grandes proyectos de exportación en Australia, y en Estados Unidos, el impacto se sentirá también en los precios de gas por ducto, porque el nuevo referente para valorizar este gas ya no es el petróleo o sus derivados, como es el caso del gas que exporta Bolivia, sino el precio del LNG, que llega a las terminales regasificadoras de Brasil, de Argentina o de Chile.
Paradójicamente, este fenómeno se está produciendo cuando los precios del petróleo se encuentran en un periodo de ascenso debido a los recortes de la OPEP y las bajas producciones de Venezuela e Irán.
La bajada de precios del gas se viene produciendo desde octubre de 2018 ratifica la fortaleza de los compradores en el mercado de gas y está golpeando las propias expectativas americanas de copar el mercado europeo, porque el gas por cañería y el LNG de Rusia son grandes competidores para los otros productores. Durante 2018, todas estas fuentes de LNG han producido una caída del 50% del precio para los consumidores de Asia.
Tanto es así que los precios de LNG en Japón y en Corea del Sur cayeron a fines de marzo a 4.37 $us/MMBTU, vendiéndose al nivel de los precios europeos. En Inglaterra el precio se cotizó a 4,50 $us/MMBTU, el más bajo en una década, y en Estados Unidos tuvo que rebajar en 8% su precio de venta en el curso de este año.
Adicionalmente, según la IEA, la demanda de los mercados crecerá sólo un 1,6% en los próximos cinco años, lo que no será suficiente para absorber la nueva producción que ofertan los productores. Tampoco se percibe que haya un cambio de tendencia en el corto plazo.
El problema de precios de gas y de LNG tiene relación directa con dos factores que Bolivia ha puesto en agenda en las últimas semanas. El más reciente, en oportunidad de la visita del Presidente de la India, tiene que ver con el proyecto de una planta de LNG en Ilo y la búsqueda de mercado y financiamiento de ese país por 10.000 MM de dólares para el efecto.
Debido al cambio climático, la demanda de India por LNG está siendo inspirada por la necesidad de sustituir el carbón y el petróleo como fuentes de generación eléctrica. En la actualidad, el 56% de la energía primaria que consume la India es de carbón, el 29% de petróleo y sólo el 6% de gas. La demanda de gas de India crecerá a un ritmo de 4,9% anual hasta el año 2040. Por el tamaño de su población, en los próximos años superará a China y será el mayor mercado mundial de gas, y de LNG, razón por la que actualmente tiene en construcción cuatro plantas regasificadoras.
La India tiene grandes proveedores de gas en su vecindario, como Australia y Qatar, con las ventajas adicionales de sus respectivas economías de escala. Por lo que es poco serio, por no decir jocoso, pensar que India podría proveerse de LNG de la lejana Bolivia. Quienes creen que una planta de LNG en Ilo puede ser competitiva en la India no saben que estamos al otro lado del mundo.
Pero, además, la idea de emprender proyectos de esta envergadura para mercados saturados es una prueba más del descriterio para relacionar grandes inversiones con acceso a mercados.
El segundo factor tiene que ver con la Cuarta Adenda firmada con IAESA (ex-ENARSA) en febrero pasado, que indexa el precio del gas de exportación a Argentina al precio del LNG en los dos periodos de invierno hasta diciembre de 2020, dejando de lado la referencia a los derivados del petróleo. De acuerdo al Ministro de Hidrocarburos, en dichos periodos Bolivia venderá el gas a un precio de 10,3 $us/MMBTU, lo que implicaba ingresos adicionales por 180 MM de dólares.
Si se considera que el precio del gas que se exporta a Argentina está por encima de los 7 $us/MMBTU desde octubre del año pasado -y debería continuar subiendo-, si no se cambiara el precio de referencia es fácil deducir que el cambio de referencia a LNG será perjudicial para el país.
Con la tendencia de precios descrita líneas arriba, se puede concluir que la negociación llevada a cabo con IAESA, que además disminuyó los volúmenes a exportar, no tomó en cuenta que en febrero los precios del LNG ya llevaban cuatro meses de declinación continua y que los negociadores tampoco se preocuparon de indagar las causas de la declinación. El único beneficio que se obtuvo en la negociación fue la eliminación de incertidumbres, tanto en las bajas nominaciones argentinas de volúmenes, como en las dudas bolivianas de producir las cantidades comprometida de gas.
Hugo del Granado Cosío es experto en hidrocarburos