PENOSO MENSAJE
Manfredo Kempff Suárez
Poca personalidad y mucho cinismo el que exhibió el presidente Luis Arce Catacora en el aniversario del Estado Plurinacional, fecha que debería ser borrada de los feriados nacionales por agraviante. El “lamento boliviano” volvió a surgir, sin música, en los oídos de los compatriotas, demostrando que quejarse y poner cara triste es una de las características de algunos cuando se quiere engañar a la gente.
Como estaba anunciado, se dedicó a denostar en contra del anterior Gobierno, y no dijo nada importante o creíble sobre sus primeras semanas de gestión, lo que se puede tolerar, si no fuera que el señor Arce está inmerso, de forma paranoica, en recordar a la señora Jeanine Añez y olvidarse de que él es ahora quien manda y quien debe gobernar.
Tener como su mejor argumento en sus alocuciones públicas el presunto “gobierno de facto” implantado en noviembre de 2019, es, por decir lo menos, falto de imaginación, obediente al “evismo”, sencillamente amañado. Decir que hubo un golpe en el que participaron políticos, cívicos, militares, policías, empresarios, es negar la única verdad: que a Evo Morales ya no se lo soportaba en ningún lado.
No vamos a hacer un recuento de la precipitada huida de Morales, con García Linera del brazo, abandonando el poder. Todo el país es testigo de que el malestar surgió en Santa Cruz, liderado por Luis Fernando Camacho y que se fue expandiendo por el resto la nación, cuando, valientemente, todos los bolivianos le dijeron a Evo Morales que ya bastaba de trampas, fraude, y bellacadas. Él se asustó tanto, se sintió tan débil cuando el Ejército se quedó en sus cuarteles, que huyó al Chapare donde renunció a la presidencia. Pero no solo renunció, sino que ordenó que renunciara a sus cargos toda la cadena jerárquica que podría sustituirlo. No cabe duda que con esa actitud deseaba dejar a una Bolivia descabezada, en total caos, para facilitar su retorno lo antes posible.
Sin embargo, la señora Jeanine Añez, segunda vicepresidenta del Senado, no renunció porque no tenía por qué obedecerle al déspota y con coraje se hizo cargo del Gobierno, constitucionalmente. Todo esto ante el asombro de los propios masistas que no entienden, hasta el día de hoy, qué sucedió. O que, entendiéndolo, no se resignan a haber sido tan estúpidos como para hacerse arrebatar el “gobierno de los 500 años” sin que sonara un solo tiro ni hubiera un solo muerto.
Fue después, cuando la muchedumbre masista se dio cuenta que había perdido el poder, que salió a la calle a defender lo que su jefe había abandonado cobardemente. Entonces, esa gente desorientada y furiosa, empezó a incendiar casas, tratar de dinamitar la planta de Senkata, movilizar cocaleros desde el Chapare hacia la ciudad de Cochabamba, agredir a la gente en las calles, y las Fuerzas Armadas salieron a colaborar con la Policía para detener los desmanes. Los militares y los policías cumplieron con su misión constitucional, aunque no sospechaban que, caído el MAS, había quedado intacta la vengativa justicia masista.
Ya está de buen tamaño que el presidente Arce siga con su jerigonza del golpe, echándole culpas de todo a la señora Añez e ignorando 14 años de despilfarro y corrupción que son fácilmente comprobables y de los que fue parte esencial, como jefe de las finanzas del Estado. La única explicación posible es que quiere curarse en salud y hacer olvidar a la población de sus desdichadas obsecuencias.