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EL FEROZ RESENTIMIENTO DE LINERA

Manfredo Kempff Suárez

Encima de todo este lío que hemos tenido con la wiphala y con las leyes malditas, además de algunos discursos folclóricos del presidente Arce, nos hemos encontrado, de sopetón, con unas declaraciones del ex vicepresidente García Linera, que destilan un odio concentrado, pero que, sobre todo, dan la justa medida de su retorcida mentalidad marxista-populista que tantos daños ha provocado al país.

Ha declarado públicamente que (con perdón) jodió a los empresarios cruceños utilizando razones políticas y no económicas. Manifestó que no había necesidad de estatizar el agro, porque con cortar la cadena productiva los debilitó; que eso hicieron los masistas con la soya y que la soya “nunca más volvió a ser un problema”. ¿Y cómo lo hizo? Ya lo sabíamos en Santa Cruz. Dijo que, recurriendo al chantaje, porque si los soyeros incomodan, “suspendes las exportaciones” porque el Gobierno tiene el monopolio de decidir quién exporta o no. Eso mismo están queriendo hacer con la carne de res, que a duras penas ha abierto mercados importantes. ¿No es una canallada tremenda y una advertencia?

Pues este venerado intelectual de la izquierda latinoamericana (solo comparable con López Obrador) ha expuesto en su entrevista, con toda frescura, que “allí donde el poder del veto (empresarial) es demasiado fuerte, simplemente lo quiebras: te metes y construyes una empresa del Estado”. ¡Facilito! Es decir, que se hace lo que hizo el MAS: crear empresas estatales ineficientes y deficitarias que se comieron buena parte de los beneficios del gas y nos dejaron pobres.

¿Cuánto le ha costado a Santa Cruz y a Bolivia el resentimiento social de Linera? Según un entendido en números como José Luis Parada, con las restricciones a las exportaciones de soya se perdieron alrededor de 380 millones de U$ anuales, es decir que unos 4.000 millones desde el 2008 al 2018. Y todo esto sucedió con los empresarios sentándose solícitos a la mesa con el señor vicepresidente, hábil con las lisonjas, con dialéctica enredada a propósito, y con una sonrisa fácil pero siniestra. Que no vuelva a suceder, porque es muy peligroso y cuesta dinero equivocarse de amigos.

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