Ernesto Machicao Argiró
Resulta imperativo comprender, con algo más de profundidad, la “abstención” de Bolivia en la Asamblea General de las Naciones Unidas, el pasado 02 de marzo de 2022. Sobre todo porque en dicho cónclave el mundo — más de dos tercios, el 73%, de los países que conforman la Asamblea General – repudió la criminal invasión de Rusia sobre Ucrania. Bolivia estuvo dentro de la minoría que, con su abstención anodina apoyó, en los hechos, la masacre de Ucrania.
141 países votaron por el sí, aprobando la resolución ES-11/1, la misma que “deplora en los términos más firmes la agresión de la Federación Rusa contra Ucrania en violación del artículo 2 (4) de la Carta.” Conozcamos algunos de estos países, que, por cierto, no solo fueron los “súbditos” del imperio. Destacan entre ellos México, ilustre representante del Socialismo del SXXI. López Obrador es un ácido critico de los EE.UU., y no por ello dejó de lado el sentido común e impugnó la invasión. Algo parecido es el caso de Argentina, que también votó aprobando la resolución, a pesar de su visión antagónica con EE.UU. Vale recordar que los gobernantes de ambos países acogieron a Evo, cuando éste huyó y buscó asilo en esos países afines con su ideología. Pero además de estos países protectores de Evo, están aquellos presididos por sus amigos, como es el caso del Perú. El presidente Castillo, indígena, también ha votado en contra de Rusia. Lo propio ocurrió con España, la socialista, eterna aliada de Evo. Pero nada de esto sirvió para que Evo, el gobierno de su partido, vote en contra de Rusia.
Bolivia se abstuvo, junto con una minoría que se alineó a Rusia. Ese fue el caso de Cuba, país que desde la Revolución de 1959 anda de la mano con la exURSS y hoy día con la Federación Rusa. Otro fiel con la abstención fue Nicaragua, cuyos lazos con Rusia datan desde la Revolución Sandinista. En estos casos primó la ideología, aunque hoy en día la economía rusa ha asimilado el capitalismo con inusitado entusiasmo, dejando a sus socios latinoamericanos en el Medioevo socialista. En este reducido grupo está también Irán, de los ayatolas radicales. Y está China, competidor de los EE.UU. en el desarrollo tecnológico, en los mercados internacionales, y finalmente, en la hegemonía del planeta. En ese escenario, ¿qué gana Bolivia con su apoyo a Rusia?
El gobierno del MAS está enceguecido por la carga ideológica. Considera que las relaciones económicas del país no deben ser con EE.UU. y otros países de la órbita capitalista. En esa ceguera no parece percatarse que la propia Rusia tiene como sus principales compradores a los alemanes y a los otros mercados capitalistas del mundo. Si Rusia tuviera que depender de los mercados de Cuba, Bolivia, Nicaragua y las otras naciones del socialismo del SXXI estaría condenada a la pobreza. Lo propio podríamos decir de China, cuyas exportaciones son, en enorme proporción, a los EE.UU.
Bajo este panorama, la abstención de Bolivia en las Naciones Unidas solo reconfirma que el gobierno está convencido que el futuro radica en las buenas relaciones con los radicales del orbe. Si Putin logra imponer su nuevo orden internacional, seguramente la estrategia de Evo habrá dado resultados positivos. Pero si eso no ocurre, y Putin acaba en una cárcel por crímenes de guerra, la abstención de Bolivia solo nos colocará más cerca de la pobreza de Cuba y Venezuela. Ah, valga la aclaración: Venezuela no votó en Naciones Unidas porque no pagó sus cuotas a la organización mundial: está en mora. Su delegación se abstuvo sin poder entrar al edificio siquiera.
Santa Cruz de la Sierra, 05 de marzo de 2022