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El país que oculta el MAS

Editorial del periódico El Día

El régimen del MAS no quiere que sepamos en qué país vivimos. Pretende que sigamos engañados con el cuento de que todos somos indígenas, para continuar usufructuando políticamente a nombre de los pueblos originarios, con los votos de privilegio, con la falacia de la inclusión, con la existencia de territorios que ahora están reservados para sembrar coca, explotar ilegalmente el oro, producir cocaína, destruir el patrimonio forestal, para traficar tierras, para todo, menos para el beneficio de los verdaderos dueños de los bosques y comunidades.

Le tienen terror a la palabra “mestizo”, pues esa pregunta en el censo va a desnudar la trampa en la que nos metió Evo Morales y que ha utilizado con mucha eficiencia para otorgar privilegios, para dividir a los bolivianos, poner etiquetas, generar rechazo entre los ciudadanos e incentivar el odio.

Si el censo es una herramienta para planificar, diseñar políticas públicas y saber qué proyectos pueden ser beneficios para los distintos sectores, mucho mejor si hacemos una radiografía completa, que incluya no sólo la pregunta sobre la identidad, sino también el idioma, que sin duda alguna, va a darnos una mejor idea de este asunto tan espinoso.

La Iglesia Católica ha coincidido con los evangélicos y cree conveniente preguntar sobre la religión. Nosotros consideramos que eso es vital, para acabar de una vez por todas con las payasadas del gobierno y su manía de organizar quemazones y ritos inventados, con disfraces incluidos, con el verso de que en Bolivia predominan las creencias ancestrales. Eso es una burla a un aspecto fundamental de la vida humana, de gran valor para los bolivianos y que el régimen usa políticamente, pese a que la constitución nos declara como un estado laico.

Qué se pregunte por la coca. Tenemos que saber a ciencia cierta cuánta gente mastica esa hoja que contiene el ingrediente vital de la droga blanca, así confirmaremos que la cantidad que se debe cultivar es mucho menos de la mitad que la existente, calculada justamente para que alcance y sobre para la fabricación de cocaína.

Preguntemos sobre el trabajo. Para mostrar la mala calidad del empleo en Bolivia, para demostrar que los sindicatos son unos meros chantajistas y “ganaplata” que no representan ni al 20 por ciento de los trabajadores, pues la inmensa mayoría son informales, que no cobran aguinaldo, beneficios sociales, aumento salarial ni ninguna otra de las ventajas que están escritas en las leyes y de las que el gobierno y los falsos dirigentes laborales tanto se ufanan.

Preguntemos cuánto gasta la gente en atender su salud, para demostrar que la gratuidad es una gran mentira; indaguemos sobre la educación, para constatar que nos encontramos; en la peor ruina que podamos imaginar, por la mala calidad del sistema; preguntemos con qué cocina la gente y nos daremos cuenta de que la mayoría usa leña y que la recuperación del gas fue el timo más grande del “proceso de cambio”; que se pregunte qué comen los bolivianos, que se investigue sobre su situación económica, sus angustias y así constataremos que los últimos 15 años han sido totalmente perdidos.

Si el censo es una herramienta para planificar, diseñar políticas públicas y saber qué proyectos pueden ser beneficios para los distintos sectores, mucho mejor si hacemos una radiografía completa, que incluya no sólo la pregunta sobre la identidad, sino también el idioma, que sin duda alguna, va a darnos una mejor idea de este asunto tan espinoso.

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