LOS VIOLADORES DE MANITOBA
Manfredo Kempff Suarez
Estamos enterándonos como algo novedoso que tres jóvenes menonitas han violado, en las colonias de Belice y Piedras Dos, a una veintena de muchachas, menonitas también. Se dice que, para cometer esos ultrajes sexuales, los delincuentes utilizan un spray adormecedor que esparcen en las habitaciones de las adolescentes, en horas de la noche.
Pues bien, en el año 2011, hace más de una década, fue tanta mi impresión de algo similar, que me dediqué a investigar el caso de las violaciones, visitando Manitoba, Chihuahua, y otras colonias menonitas; asistiendo a algunas de las audiencias de los depredadores y las violadas en el Palacio de Justicia, apoyado en la ayuda del fiscal Freddy Pérez, que me proporcionó, además, los expedientes del juicio, con las declaraciones de quienes lo atribuían todo a un castigo del diablo. De ahí salió mi extensa novela titulada “Los violadores del sueño”, publicada por La Hoguera el año siguiente.
En este caso de Manitoba se trató de siete menonitas, entre los 17 y 40 años, que sometieron a más de un centenar de muchachas, niñas, niños, padres y madres de los mismos. Los malhechores utilizaban, para sus fechorías, un spray basado en la escopolamina o burundanga que se extrae de plantas solanáceas como la legendaria belladona o la misteriosa mandrágora, que nos regresa hasta épocas medievales o anteriores.
Ese spray, esparcido en una habitación, hace que quienes lo reciban sean víctimas de un sedante depresivo del sistema nervioso, es decir, en buenas palabras, que el individuo queda sin voluntad, además de amnésico. ¿Qué mejor forma para abusar sexualmente? Los violadores de Manitoba echaban la escopolamina por las ventanas de las chicas, abiertas por el calor, y disponían de entre 20 minutos y media hora para sus propósitos perversos.
Los siete violadores, adquirían el spray de un menonita citadino, quien, además, les proporcionaba viagra, yumbina, preservativos y hasta alcohol, para que los energúmenos tuvieran el coraje y el vigor para poseer a cuantas personas les fuera posible, sin fijarse mucho en el sexo ni en la edad, aunque la preferencia estaba en las jovencitas, a quienes, quitándoles la virginidad, las inhabilitaban para el matrimonio, condición esencial en esa comunidad de gentes buenas, honradas y trabajadoras, cuyo mal está en sus arcaicas tradiciones que se respetan sagradamente. Los energúmenos fueron sentenciados a largas penas de prisión en Palmasola, que, conociendo nuestra justicia, no sabemos si habrán sido cumplidas. Ahora, ha vuelto el terror en las colonias.