Fuente: Revista Entre Líneas
Nota del Comité: Este enlace te permite leer la primera parte del artículo https://revistaentrelineas.cl/2019/12/30/discipulos-que-no-trascendieron-al-papel-revision-en-torno-al-corporativismo-en-chile-a-partir-de-la-ensenanza-del-padre-osvaldo-lira/
LA MANO AMIGA DEL GUÍA TENAZ Y EL DISCÍPULO TRAIDOR
Osvaldo Lira Pérez fue un sacerdote de la Congregación de los Sagrados Corazones, ordenado en 1928. Desde un comienzo se sintió llamado a la actividad docente y al estudio de la filosofía. Se desempeñó como profesor en varios de los numerosos colegios de su orden religiosa, así como a la actividad académica en dos universidades. Desde temprano colaboró con los apostolados político-intelectuales de la juventud socialcristiana profesando una férrea militancia corporativista. Sus ideas políticas y su acerado carácter le llevan a ser expulsado de Chile por su propia orden religiosa al sostener una importante controversia con elementos del derechista partido conservador. El exilio lo llevó primero a Bélgica y luego a España en donde viviría por 12 años. Es durante esta larga estadía donde puede tener acceso a todas las obras del pensador y político carlista, Juan Vázquez de Mella. De su meditado estudio resultó una de sus obras más notables: Nostalgia de Vázquez de Mella. Ese trabajo resulta ser la mejor síntesis del pensamiento tradicionalista del carlista asturiano. Será su obra favorita, pero no es la única, pues el Padre Osvaldo desarrolla un prolífico trabajo en más de una decena de libros. En su vasta obra, Lira aborda no solo la filosofía política, sino que también la metafísica, la historia y la poesía. El sacerdote resulta ser el mejor exponente del pensamiento tomista y tradicionalista en Chile. El padre Osvaldo se dedicó profusamente a su trabajo intelectual, así como también a la formación personal de numerosos jóvenes por medio de innumerables tertulias de estudio. Conocido por su carácter vehemente y sus juicios lapidarios no rehuía de la controversia, especialmente con los sectores del catolicismo progresista y aquel otro de talante acomodaticio y pechoño[1].
Uno de tantos estudiantes que pasaron por la formación del sacerdote Osvaldo Lira fue un joven Jaime Guzmán Errázuriz ( 1946-1991 ). Nos parece importante detenernos en este discípulo del Padre Lira y destacar su derrotero, pues se trata del futuro ideólogo de la principal corriente de pensamiento de la dictadura del General Pinochet. Además, persiste una constante confusión respecto a su formación intelectual durante sus primeros años de juventud. Guzmán estudia en el colegio de los Padres Franceses y desde un primer momento manifiesta inclinación por la política. Esta tendencia no es extraña, pues proviene de una familia de la élite conservadora con estrechas vinculaciones sociales y políticas. Su madre, Doña Carmen Errázuriz habría encomendado al Padre Lira la formación tanto moral como intelectual de su hijo. El aprendizaje de Guzmán se produce por medio del contacto directo con el sacerdote, a través de conversaciones y discusiones cotidianas, no de modo muy formal o estructurado. Jaime Guzmán es un estudiante muy destacado, pues desde temprano manifiesta una inteligencia superior y una memoria privilegiada. Tiene un gran talento escribiendo y una oratoria muy superior a la que corresponde a su edad. Es en estos primeros años y gracias a la influencia de Jaime Eyzaguirre y en particular al Padre Osvaldo Lira donde manifiesta una gran admiración por España y en especial por el régimen franquista. Sobre su pensamiento político durante estos primeros años José Manuel Castro destaca que:
«Guzmán era partidario del corporativismo católico y no serían pocas las ocasiones en que declararía su adhesión a este modelo político. La búsqueda de una vía intermedia entre liberalismo y socialismo era parte de la reflexión que autores católicos como Juan Donoso Cortés ya venían realizando desde el siglo XIX y a las que Guzmán había tenido acceso» (Castro: 2016, Pág. 50).
Si bien Jaime Guzmán tiene acceso a las obras de notables tradicionalistas españoles[2] (por medio de sus conversaciones con el Padre Osvaldo Lira) y parece entusiasmado con el corporativismo y las figuras de José Antonio Primo de Rivera y del General Francisco Franco, esta admiración no cuaja en nada más serio. Parece un mero arrebato de adolescente, pues en pocos años ya nada quedará de esta fervorosa admiración. De hecho, para algunos resulta ser prueba suficiente de su compromiso corporativista algunas cartas que escribió con dieciséis años durante un viaje a Europa. En una de estas cartas escribe:
«Y bien… ya estoy en España. Ya estoy que rebalso de hispanismo y franquismo. No hay nada semejante a este país, el más hermoso del mundo y el que encierra un mayor conjunto de valores. No podía ser de otra manera: un país que poseyó a un Calderón o un Tirso, que tuvo a un Felipe II o un José Antonio Primo de Rivera, a un Velásquez o a un Ribera, no tiene igual en el mundo. Y no es cosa del pasado; hoy España lleva el pandero del Estado Corporativo, régimen nuevo y magnífico, que el mundo retrógrado no quiere reconocer… Estoy archifranquista, porque he palpado que el Generalísimo es el Salvador de España, porque me he dado cuenta la insigne personalidad que es… Y que conste que en España hoy hay libertad absoluta, entendida y orientada al bien común y no a satisfacer el absurdo principio de la Revolución Francesa “Liberté” que tiende al libertinaje. “No hay libertad sino dentro de un orden” ha dicho Franco» (Guzmán: 1992, Págs. 79-80).
Es muy posible que esta ilusión con el franquismo sea más bien una simpatía por los primeros años de ese régimen cuyo perfil era mucho más identificado con un falangismo de tercera posición y con una retórica de cruzada religiosa. En los años escolares de Jaime Guzmán, el franquismo ya había abandonado semejantes posturas. La España del Generalísimo había comenzado a apostar por un liberalismo tecnocrático, a pesar de conservar las instituciones propias de una democracia orgánica. Ya desde fines de los años cincuenta se pensaba en una futura homologación con el resto de Europa.
En sus primeros años universitarios aún mantiene estas afinidades escolares, aunque colabora brevemente con la revista Fiducia[3] de talante más liberal en lo económico e indiferente en lo que se refiere a la cuestión del corporativismo. Es a partir de 1966 que toda militancia y simpatía por el corporativismo político desaparece del pensamiento de Jaime Guzmán. Esta decisión al parecer es fruto de un juicio práctico en el sentido de considerar impracticable la doctrina corporativista y querer participar de la política universitaria. En todo caso creemos, que de haber sostenido las ideas corporativistas, éstas no calaron demasiado hondo en su persona, ya que más allá de un par de cartas a familiares, esta militancia no se tradujo en ningún proyecto en particular, como si había sido el caso de los universitarios católicos durante las décadas de 1930 y 1940.
Y UNA GOLONDRINA NO HIZO AL VERANO
Por lo anterior, resulta exagerado seguir sosteniendo que a partir de mediados de la década de 1960 hubo una revitalización del pensamiento corporativista en Chile. La labor del Padre Osvaldo Lira fue notable, pero la mayoría de sus discípulos siguieron el camino de la vida académica y no se decantaron por una carrera política. El único que quizás lo hubiera podido lograr debido sus particulares talentos era Jaime Guzmán. De ahí el desagrado que el Padre Osvaldo sintió por la defección del novel político. Pero más allá de estas cuestiones personales, existen otros hechos que nos gustaría destacar y que nos llevan a negar la idea de una supuesta revitalización del corporativismo católico.
Abordemos estos hechos brevemente. En relación al gremialismo, en términos generales, podemos negar tajantemente que se trate de una vertiente heredera del corporativismo como se ha sostenido en algunas oportunidades. En su propia declaración de principios, los gremialistas rechazan la postura corporativista. Declaran que esta corriente al radicar en las entidades regionales y gremiales la tarea de legislar o gobernar, conduciría al compadrazgo entre los intereses particulares, donde los más poderosos pactarían siempre en desmedro de los más débiles. Fenómeno que ellos mismos a reglón seguido asumen que ocurre en los parlamentos generados por sufragio universal, aunque se cuidan en sostener que ocurre por distorsión y no por definición como supuestamente ocurriría en el corporativismo.
Por otro lado, destacan que el gremialismo busca la despolitización de las agrupaciones regionales y gremiales y que por lo tanto no podrían incentivar un sistema como el corporativismo que incentiva su politización. Y, por último, acusan al corporativismo de tener implícita la idea de la supresión de los movimientos o partidos políticos como agrupaciones válidas para intervenir en la generación de las autoridades políticas. Éstos son los argumentos que el movimiento gremial utiliza para negar cualquier asociación con el corporativismo. A todas luces existe una confusión en estos argumentos, puesto que confunden la doctrina corporativista con el fascismo. Sabemos que existen puntos en común entre un corporativismo y otro, pero la grosera confusión no podía escapársele al alguien tan brillante como Jaime Guzmán. En aspectos generales el gremialismo guzmaniano es una amalgama entre dos corrientes. Se podría señalar que se trata de un liberalismo contaminante dentro de una “sana doctrina” mal digerida. Puro reduccionismo ideológico y pluralismo relativista que nada tiene que ver con la doctrina aprendida por Jaime Guzmán durante sus primeros años de formación intelectual. Aclarando la confusión que aún subsiste entre gremialismo y corporativismo, José Manuel Castro sostiene:
«En realidad, el gremialismo universitario contiene elementos compartidos por el corporativismo católico, como el rol de la subsidiaridad o el fortalecimiento de las autonomías de las organizaciones intermedias –que la Iglesia Católica reconocía como principios permanentes del orden político y social–, pero en ningún caso afirmó como parte de su propuesta universitaria la postulación de un orden político en el que las organizaciones estudiantiles asumieran funciones de representación política. Por el contrario, el gremialismo universitario rechazó esta idea que estaba en el núcleo del corporativismo y buscó definir la acción de las organizaciones estudiantiles de acuerdo con su naturaleza estrictamente gremial, distinguiéndolas del campo de acción de las organizaciones políticas como los partidos políticos y sus juventudes universitarias» (Castro: 2016, Pág. 115).
Teniendo presente este aspecto, no se puede hablar de una traición gremialista a unos supuestos ideales primarios, pues nunca tuvieron otros que los principios liberales que abrazan desde un primer momento y que les son entregados por el fundador del movimiento, el antiguo alumno del Padre Osvaldo Lira.
Una vez producida la caída de Allende en septiembre de 1973, el gremialismo comienza a organizarse para cumplir su objetivo de influir en el naciente régimen y aportar en la construcción y organización de la nueva institucionalidad. Para poder cumplir con estos fines, requiere de establecer alianzas tácticas con otros grupos. Ya antes, en pleno gobierno de la Unidad Popular lo habían hecho, al conformar junto a elementos nacionalistas y alessandristas el “Frente Nacionalista Patria y Libertad”. Esta alianza fue de corta duración debido a las muchas diferencias entre gremialistas y nacionalistas. En parte esta ruptura se produjo por diferencias doctrinales, aunque hubo otras de menos importancia. Nuevamente a comienzos de la dictadura el gremialismo establecería otra alianza con los sectores nacionalistas. De esta alianza nacería un documento que estaba destinado a orientar los pasos del nuevo régimen, pero que nunca se concretaría del todo, debido a la ambigüedad doctrinal en los postulados y a las constantes diferencias entre gremialistas y nacionalistas. Gonzalo Vial sostiene que:
«La alianza nacionalista–gremialista produjo un documento ideológico de envergadura… la “Declaración de Principios de la Honorable Junta de Gobierno”. Aunque en definitiva careció de trascendencia práctica…» (Vial: 2002, Pág. 368).
Evidentemente no se pudo concretar lo expuesto en el mencionado documento, ya que las diferencias entre ambos grupos eran insostenibles. Las orientaciones políticas de ambos sectores no congeniaban, ya que tenían proyectos refundacionales discordantes en todos los aspectos. El grupo de los nacionalistas aún persistirían en una organización corporativa de la sociedad y en concretar una revolución nacional cuyo motor fueran los gremios unidos a las fuerzas armadas. Incluso los grupos nacionalistas y corporativistas intentarían disputarle al gremialismo su influencia en el nuevo proceso constituyente. Paralelamente a la organización que el Movimiento Gremial tenía en la Universidad Católica, los nacionalistas se parapetaban en la Universidad de Chile desde donde interpelarían y enfrentarían a los primeros. En medio de esta disputa y ad portas del plebiscito para una nueva constitución en 1980, aquéllos que se resistían a la restauración de la democracia liberal propusieron modelos políticos alternativos al liberalismo en un gran foro organizado en la Casa Central de la Universidad de Chile. Si esta reunión tuvo una repercusión mayor a lo esperado, se debió al apoyo prestado desde el entorno familiar del General Pinochet, en donde se cobijaban los más decididos opositores a los postulados políticos del gremialismo guzmaniano. Durante el acto, el ex Presidente del Uruguay, Juan María Bordaberry tomó la palabra y habló de una política instauradora para Chile e Hispanoamérica:
«Con la misma seguridad con que he afirmado que la democracia liberal no es garantía contra el marxismo y que no tiene redención en ese aspecto, concluyo que las nuevas instituciones para estos países deberían asentarse en los principios cristianos del orden político» (VVAA: 1979, Pág. 181).
Notables palabras, pero que ya a esas alturas, a pesar del esfuerzo, eran en vano y poco podían hacer para rescatar a Chile. El gremialismo ya había estableciendo hace bastante tiempo los contactos con el grupo de economistas liberales organizados en torno a la Escuela de Economía de la Pontificia Universidad Católica de Chile y algunos oficiales de la Armada. Sería el comienzo de una nueva alianza, una más duradera y que le cambiaría el rostro al país: La alianza Chicago – Gremialista. A partir de este nuevo pacto Jaime Guzmán buscó para su gremialismo «aquellas instancias del sistema político más apropiadas para conseguir su objetivo de crear un movimiento que fuera una fuerza hegemónica cuando los militares regresaran a sus cuarteles» (Huneeus: 2001, Pág. 18)[4]. En efecto Guzmán y su nuevo partido (La Unión Demócrata Independiente) serían una fuerza política importante en el nuevo sistema transicional, incluso colaborando con sus votos para que la Democracia Cristiana accediera a la presidencia del Senado en detrimento de sus aliados en la derecha que tenían los votos suficientes para ocupar tan importante cargo.
A modo de conclusión, nos vamos a referir a un asunto no menos importante, ya habiendo tratado en líneas generales nuestro tema. Abordaremos el problema de la incapacidad de los grupos formados por el Padre Osvaldo Lira para disputar la hegemonía política al interior de la dictadura a la alianza establecida entre Chicago boys y Gremialistas. ¿Qué se puede decir de esta oportunidad histórica desperdiciada? Si bien es mucha la gente que pasó por la formación del Padre Lira, pondremos como ejemplos al MRNS[5] y al grupo de la revista Tizona[6]. Ambos grupos, si bien compartían la adhesión a los principios del corporativismo, tenían matices que les daban una configuración particular a sus propuestas. A pesar de esto, y de haber sostenido una limpia batalla contra la izquierda en los años de la Unidad Popular, no fueron capaces de ofrecer proyectos que fueran una alternativa a la alianza entre gremialistas y economistas neoliberales. La influencia de estos grupos fue muy débil considerando la formación doctrinal y la tenacidad que pusieron en los años de la confrontación con el comunismo. Es cierto que la Iglesia nos les acompañaba, pero se pudo haber configurado de alguna otra forma un programa alternativo, pues aún influían en importantes áreas de la sociedad. Llama la atención como la generación de los años treinta con mucho menos recursos y mucho más entusiasmo lograron establecer importantes proyectos culturales, políticos y económicos[7]. En contraste con aquéllos que pudieron hacer muchísimo más en tiempos del colapso de la democracia y de la refundación de la institucionalidad.
Nuestra Patria que ha sido golpeada por las planificaciones globales — utilizando la terminología del gran historiador Mario Góngora— , tres verdaderas revoluciones desde arriba, no vio la respuesta para la tercera de ellas. Quienes pudieron hacerlo o se retiraron a un descanso prematuro en una comodidad burguesa o se instalaron a profitar del nuevo régimen, olvidando las viejas enseñanzas. O bien se mantuvieron fieles a ellas, pero dentro de restringidos límites de claustros académicos y alejados del frente de combate político.
A lo largo de este resumen histórico hemos visto como los anhelos de la juventud católica quedaron frustrados por hechos ajenos a ella misma y esto mermó su voluntad de lucha. Pero, a pesar de todo, su entusiasmo y su deseo de construir un nuevo orden nos debe mover e inspirar a lo mismo. Debemos aprender a rechazar la tentación del conformismo y del acomodamiento burgués. Que no seamos nosotros continuadores de una generación que habiéndolo podido todo, capituló antes de dar en serio el buen combate.
[1] Para tener una imagen del carácter y las opiniones del Padre Osvaldo Lira es recomendable ver la entrevista que le hace Rodrigo Yáñez para AIEP-TV el 29/11/1993. Enlace a la entrevista: https://www.youtube.com/watch?v=JwitYT2xUlY
[2] Respecto a la influencia de importantes tradicionalistas españoles en Jaime Guzmán debemos sostener que es un tema complejo que se debate hasta hoy. El profesor José Díaz Nieva sostiene respecto a la relación entre Vázquez de Mella y Guzmán: La verdad, y sin ánimo de alargar más, poco importa que Jaime Guzmán leyera o no alguna vez a Vázquez de Mella; lo único relevante es que en la poca obra que Jaime Guzmán nos legó, el insigne autor asturiano brilla por su ausencia.
[3] Fiducia fue una revista editada a partir de 1963 por un grupo de universitarios católicos, algunos de ellos provenientes del Partido Conservador. Con los años ese núcleo de jóvenes toma contacto con la Sociedad Brasileña de Defensa de la Tradición, la Familia y la Propiedad (TFP) y con su líder, el Profesor Dr. Plinio Correa de Oliveira. Al tiempo, Fiducia se transforma en el órgano oficial de la Sociedad Chilena de Defensa de la Tradición, Familia y Propiedad (TFP-Fiducia). En el actuar de la TFP chilena se destaca su defensa a la propiedad privada durante los años de la reforma agraria de Eduardo Frei y por su pugna constante con la jerarquía de la Iglesia Católica de Chile.
[4] Una anécdota que refleja el interés de Jaime Guzmán por constituir una nueva fuerza política a partir de las instituciones del régimen militar (proyecto político no desprovisto de cierto carácter oligárquico) es la que cuenta el ex ministro de la dictadura Francisco Javier Cuadra. Este relata que Guzmán a principios de 1975 (En una reunión con los mejores puntajes de derecho de la Universidad Católica) les invita a formar parte del movimiento gremial ya que les señala “que en algún momento retornaría la democracia al país y que había que formar partidos políticos y estar preparados”. Cuadra extrañado por la alusión a la democracia que en ese momento parecía tan lejana le pregunta a Guzmán por el retorno de la misma. El líder gremialista le responde que en algún momento tendrán que decirle a los militares que vuelvan a sus cuarteles. Cuadra aún más sorprendido le responde que quienes eran ellos para pedir tal cosa a los militares, a lo que Jaime Guzmán responde: “Los mismos que dijimos a O´higgins que dejara el gobierno” (Ver entrevista del programa “Cita con la historia”) (https://vimeo.com/29069138).
[5] El MRNS era la adaptación chilena de la Falange Española. Fue fundado en 1949 por Ramón Callís, Delfín Alcaide y Gastón Acuña. Desde un inicio contó con la dirección espiritual de Padre Osvaldo Lira.
[6] Tizona es el nombre de la revista fundada por uno de los discípulos más cercanos al Presbítero Osvaldo Lira, el filósofo tomista, Juan Antonio Widow. Tizona se destacó por ser una revista crítica a las posiciones del Concilio Vaticano II y del progresismo católico. Mientras que en lo político dio espacio a posturas tanto tradicionalistas como nacionalistas.
[7] Entre estos proyectos se cuentan la creación de partidos políticos que permitieran a los católicos evadir la disciplina del Partido Conservador. Ejemplo de estos proyectos políticos son el Partido Popular y el Partido Social Sindicalista. En materia socioeconómica destaca el Grupo Germen donde tiene una participación destacada, el dirigente sindical Clotario Blest. Su objetivo es la acción benéfica para el pueblo fundada en la justicia. Y en lo cultural y doctrinal destaca la creación de grupos como la Liga Social y la revista Estudios verdaderos órganos de difusión de la doctrina social católica.